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La Mula lanza su sello de publicaciones con el libro digital El espía del Inca

Publicado: 2012-03-13

Los libros eligen a uno. Esa sería la conclusión de Rafael Dumett luego de haber escrito durante 10 años esta ambiciosa novela sobre el infructuoso intento de rescate para liberar al inca Atahualpa. La novela, que en una edición impresa bordearía las 1000 páginas, ha sido publicada por La Mula Publicaciones en formato digital y ya está a la venta en Amazon. Narra la historia de Yunpacha, un antiguo espía del servicio secreto del imperio incaico quien es convocado por el general Cusi Yupanqui para realizar una última misión: infiltrarse en Cajamarca y preparar el ataque que liberará al inca capturado por los españoles.

"No fue una idea que se me ocurrió de un día para otro", comenta Dumett al inicio de la entrevista. Por aquel entonces escribía guiones de cine y teatro. Había terminado un guión, y mientras la directora se enfrascaba en la producción la película, Dumett optó por escribir un novela corta. "Para entretenerme, estaba buscando alguna cosa que hacer". Al inicio se le ocurrió escribir el diario de un actor, inspirado en La construcción del personaje de Stanlislavski. Dumett había estudiado actuación en París y vivía entonces sumergido en el mundo de la actuación. Mientras planeaba la novela, le surgió la idea de agregar un anexo: esta vez, una obra de teatro.

Cuando se preguntó sobre qué tema podía girar la obra, recordó la frase de uno de sus profesores, quien reclamaba por qué los escritores peruanos no escribían sobre personajes interesantes de la historia del Perú como Felipillo. La historia del intérprete indígena lo fascinaría, pero solo sería la punta del iceberg. Dumett se dio cuenta que detrás de la vida de Felipillo había historias casi enterradas por el tiempo e inexploradas por el mundo de la ficción. Fue así como llegó a otros personajes fascinantes como Martinillo, Challco Chima y Quisquis. La historia sobre el imperio incaico, finalmente, lo había capturado. Y "El espía del Inca" estaba en camino.

¿Cómo armaste esta novela entre historia y ficción?

Yo operé sobre la base de una premisa: mi imaginación no va a igualar a la realidad. Entonces cuando tenía información sobre un personaje dado, me documentaba y creaba fichas. De hecho, tengo miles y miles de fichas. Yo no podía escribir sobre alguien si no lo conocía bien antes. Por eso me documenté bien para escribir esta novela. Básicamente quería rescatar lo que decía John Le Carré, un escritor de novelas de espionaje a quien admiro mucho. Decía: Uno debe escribir ficción bien informada. Que quiere decir que debes familiarizarte con todos los datos, los uses o no. Yo tenía un sistema para atacar cada una de las secuencias. Primero me informaba de todo, leía todo lo que tenía que leer, y luego trataba de ver qué cosa iba a utilizar o no. Luego armaba la escena y recién comenzaba a escribir. Y si bien el resultado no tenía nada que ver con el plan original, había que tener esa apertura mental y esa base sólida sobre aquello de lo cuál ibas a hablar.

¿Cómo te surge la idea del espía del Inca?

Yo comencé a escribir la novela sobre la base del punto de vista de Francisquillo, un intérprete indígena. Y me di cuenta de que había un problema. De que la historia necesitaba otro punto de vista. Había muchas casos que el intérprete no veía y que eran importantes para la historia. Entonces comencé literalmente a analizar sobre todo lo que sabía del imperio incaico, comencé a armarlo secuencia por secuencia. Y escribí un borrón de más o menos 200 páginas. Y me dije: Esto es demencial. Estaba desesperado, no sabía bien qué hacer. Un buen día me despierto, y uno de los puntos de vista que había tomado era el de un espía, y ahí me dije: Esto es. Pero no solamente un espía, no un espía incaico sino un espía chanca. Porque chanca es el grupo étnico que atacó a Pachacutec. La derrota de los chancas, precisamente, marca el inicio del imperio incaico y su expansión enorme. Entonces me dije: Tiene que ser un espía chanca.

¿Cómo has construido este enfrentamiento de dos culturas y cosmovisiones? ¿En qué medida el uso de puntos de vistas ha servido a la novela?

Curiosamente, yo necesitaba para la historia una diversidad de puntos de vista. Tenía que ser fiel. Para ello yo elegí seis: cada uno de ellos me daba elementos narrativos para hacer avanzar la historia. Pero para reconstruir cada uno tenía que informarme de cada uno de ellos. Qué era lo que sabían. Cuál era su cosmovisión. En qué dioses creían. Lo del empleo del lenguaje del siglo XVI no simplemente es un capricho. Traté de imaginar qué lenguaje podía hablar Felipillo. Yo utilicé este recurso solo para tratar de vincular su lenguaje y por una cuestión de credibilidad. Por supuesto traté de informarme lo más posible, felizmente yo he estudiado linguística, y parte de ello tenía que ver con la historia del español. Utilicé los manuscritos de cartas que dictó Pizarro, el manuscrito de la crónica de Agustín de Zárate, La Celestina, El Amadís de Gaula. Uno tenía que darle cierta credibilidad, por lo menos para mí. E hice exactamente lo mismo con cada una de las perspectivas que estaban involucradas, no por un asunto de ser sofisticado, sino para poder comprender realmente lo que estaba pasando.

Sobre Yunpacha, el personaje principal

Yunpacha, el protagonista de la novela, es un espía que se infiltra en Cajamarca. El general Cusi Yupanqui está coordinando el rescate del Inca y tiene el enlace de Yunpacha, quien es este agente secreto que se ha infiltrado y que se ha convertido en el recogedor de restos de Atahualpa. Es decir, aquel personaje íntimo que recoge las uñas, pelos, y toda aquella excrecencia del Inca. Es una función real. Y además tiene la facultad de contar de un vistazo. Por ejemplo, tú sueltas y abres una bolsa llena de gramos de maíz, y él de un solo vistazo es capaz de decir que acá hay 1833 granos y 855 son marrones. Pero por otra parte, él es chanca. Tiene esta identidad de pertenecer a un grupo que ha sido sometido por aquellas personas que lo han entrenado para convertirse en un espía.

Sobre las novelas de espionaje

El género me gusta cuando está bien escrito. No me interesa cuando deifica la violencia, la prepotencia, cuando los fuertes derrotan a los débiles. A mí lo que me interesa es lo que el género lleva implícito: este interés por cuestionar el poder. El espionaje, que es la segunda actividad más antigua del mundo, es preservar el Estado, tratar de prevenir los agentes que van a desestabilizarlo. Ahora bien, ¿qué reglas debes seguir? ¿Qué etica debes seguir? ¿Hasta dónde puedes llegar? ¿Puedes hacer masacres? ¿Puedes secuestrar personas? ¿Hay algún tipo de regla que debes seguir para defender al Estado? Esas cosas se plantean cuando tú lees una buena novela de espionaje. Por otro lado, las novelas de espionaje están pobladas de personajes realmente muy interesantes, que son aquellos que están culturalmente divididos: sus papás son de otra cultura, son bilingües, y no saben bien a quién ser leal. Ese tipo de conflictos me interesa mucho. Y están presentes en todas partes del mundo. En el Perú. En Estados Unidos. Los que son elegidos para ser espías son aquellos que tienen identidades divididas. Y que no tienes muy en claro a quiénes son leales.

Encuentro con Arguedas

Mi primer contacto con Arguedas fue a los 17 años. Cuando yo llegué a la universidad. No había leído a Arguedas en el colegio. Mi primera relación no fue antropológica. Literalmente, fue escuchar a miembros de mi familia. Puquio. Yo viví en esa ciudad cuando era chico. Dije: Yo he estado ahí, esta gente habla como mi familia. Y a mí me sorprendía mucho y me hacía mucha gracia porque los estudios arguedianos usualmente tratan de investigar en qué sentido Arguedas ha trabajado con el lenguaje. Pero lo que Arguedas quería hacer era evocar, a través de la sintaxis del español, la sintaxis del quecha, y evocar así todo ese universo y ese lirismo que está ahí.


Escrito por

Edwin Chávez

(Post)estructuralista, narrador sci-fi, cuentista metaliterario, pixel-prototipeador, {css: lover}, poeta [01]nario.


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